Este humorista y compositor curtido en mil batallas, tras una amalgama de rocambolescas experiencias amorosas-de las que nos dará buena cuenta para disfrute de nuestros músculos faciales- ha desistido de seguir buscando su media naranja ante la sospecha de que a ésta se le estén yendo las vitaminas, o, mucho más probable: que ya se la esté exprimiendo otro.
Tales circunstancias le han convertido en todo un adalid de la soltería. Su particular estriptis mental -tan crápula como entrañable- nos muestra, entre un sinfín de desternillantes situaciones cotidianas con las que es imposible no identificarse, a un quijotesco antihéroe a los pies de los caballos de la modernidad.
El resultado es un descojone colectivo del que se sale mejor que de un spa y con la reconfortante sensación de haber hecho un amigo.